Este año se cumplen los 200 años de la liberación de
Zaragoza del ejército francés durante las guerras napoleónicas.
Y esto me lleva a recuperar un post que escribí en mi
antiguo blog sobre los sitios de Zaragoza.
Los sitios fueron dos y se alargaron desde junio de 1808
hasta febrero de 1809.
Estos hechos son unos de los más importantes de la historia
de Zaragoza así como unos de los más tristes.
1808
En el año 1808 Europa llevaba casi dos décadas
convulsionadas, y esa convulsión procedía de un solo país, Francia.
La revolución Francesa, de 1789 transformo a Francia en República
y la lanzo a una serie de guerras contras sus estados vecinos. Estos,
capitaneados con por Austria e Inglaterra, intentaron mantener a Francia a
raya, pero esta triunfo en casi todos los frentes, gracias en gran parte a su
mejor general, Napoleón Bonaparte.
Este dio un golpe de estado en 1799, que lo convirtió en amo
de Francia y finalmente en 1802 se firmo una paz que refrendaba todas las
conquistas francesas.
Al principio España se intento enfrentar a Francia, pero fue
humillantemente derrotada en 1793 y se convirtió en aliada, situación que se
mantuvo durante 14 años.
La paz duro solo un
año, y empezaron de nuevo las hostilidades contra Francia, en la cual Napoleón (que
en 1804 se autoproclamo emperador), derroto a todos sus enemigos excepto
Inglaterra.
Mientras, la monarquía española se derrumbaba.
Carlos IV y su valido, Manuel Godoy perdían continuamente el
apoyo popular, entre muchas cosas, por haber permitido el estacionamiento de
mas de 65.000 soldados franceses en
España, técnicamente para invadir Portugal.
En marzo se produce el motín de Aranjuez, en el que Carlos
IV es obligado a abdicar en su hijo Fernando, y
Godoy tuvo que huir.
Ante esto, Napoleón, considero que le venía mejor que España
fuera directamente un estado satélite, retirando a los Borbones y traspasando
su corona a su hermano José Bonaparte.
El 2 de Mayo, los últimos miembros de la familia real salían
de Madrid, dando origen a un levantamiento popular que iniciaría la Guerra de la
Independencia.
Zaragoza
A principios del s.XIX, Zaragoza era una de las ciudades más
grandes de España.
Se extendía casi en su totalidad en la margen derecha del
rio Ebro y contaba con unos 50.000 habitantes.
Era rica y contaba con una gran cantidad de palacios,
iglesias y edificios renacentistas que le hicieron recibir el sobrenombre de
“Florencia del Ebro”.
Al iniciar la revuelta del dos de mayo, Zaragoza encabezo la
revuelta en Aragón. Jorge Ibor “el Tío Jorge”, labrador de la margen izquierda,
fue la cabeza de la revuelta popular, mientras que el brigadier José de
Palafox, se puso al mando de los soldados.
La ciudad se encontraba en rebelión abierta y empezó a
prepararse, se repartió el arsenal acumulado en la Aljaferia, y al coronel
Antonio Sangenis, se le encargo preparar las defensas de la ciudad para un
posible ataque.
A pesar del poco apoyo de las autoridades civiles, que en
cierto grado se habían plegado ante los franceses, Palafox logro reunir un ejército
de 5000 hombres y 80 cañones.
Para los franceses esto era un gran contratiempo, ya que
Zaragoza no solo era una ciudad importante y capital de Aragón, si no un nudo
de comunicaciones de primer orden, por lo que el 6 de junio, un ejército de 6.000
hombres al mando del general Lefevbre partió de Pamplona.
La infantería del ejército francés no era muy profesional,
pero si su caballería que contaba con tres regimientos de lanceros polacos.
Tras derrotar pequeños ejércitos lanzados contra él en
Mallen y Alagón, el 15 de junio llego a Zaragoza.
Primer sitio
Cuando Lefevbre llego a Zaragoza se encontró una ciudad
cerrada con más de 10.000 milicianos dispuestos a combatir.
Palafox no se encontraba en ella, ya que estaba reclutando
un ejército para atacar a los franceses.
Lefevbre confiado ataco la ciudad de forma desordenada por
tres de sus puertas (El Portillo, Carmen y Santa Engracia), pero no pudieron
forzarlas. Los pocos franceses que entraron fueron muertos y un batallón de caballería
que pudo penetrar profundamente en la ciudad fue exterminado por las zaragozanas
armadas con cuchillos. Los franceses se retiraron con más de 700 bajas ese día.
Ante este fracaso se iniciaron las obras para sitiar la
ciudad, algo muy difícil con los pocos hombres que contaban.
Mientras, Palafox atacaba las líneas de suministros de
Lefevbre, hasta que el 23 de junio fue derrotado en Epila y se retiro a
Zaragoza el 2 de julio, poniéndose a cargo del sitio.
El día 25 junio llega el general Jean Antoine Verdier con
4.000 soldados de refuerzos y mucha artillería, poniéndose al mando de los
sitiadores y sometiendo a la ciudad a un duro bombardeo y ocupando los enclaves
extramuros.
Fuera por bombardeos o por una negligencia el día 27 de
junio voló el principal polvorín de la ciudad destruyendo gran parte del barrio
de la Magdalena. Este caos, lo intentaron aprovechar los franceses, pero fueron
rechazados, gracias a las duras luchas que se llevaron a cabo en el convento de
San Agustín.
El 2 de julio se inicia un nuevo asalto por el oeste, en las
puertas del Portillo y Puerta Sancho. Aquí se produce el que posiblemente es el
hecho más famoso de los sitios. El ataque francés había acabado con todos los
artilleros del Portillo y avanzaban
hacia la ciudad. En ese momento una joven barcelonesa, Agustina
Zaragoza, recogió la mecha aun encendida de la mano de un artillero muerto y
disparo un cañón, contra los franceses, poniéndolos en fuga y logrando asegurar
el Portillo. Por este acto Agustina fue ascendida a alférez, y se conoció para
la posteridad como Agustina de Aragón.
Este nuevo fracaso llevo a los franceses a estrechar el
sitio, pasando el Ebro, tomando el barrio del Arrabal y cortando la carretera
de Barcelona.
Aun así no eran lo suficiente numerosos para llevar a cabo
un cerco completo, y los suministros siguieron llegando a la ciudad.
Para el 4 de agosto todos los asentamientos extramuros
habían sido tomados y los franceses se lanzaron a un nuevo salto, que se saldo
en un nuevo fracaso, hasta tal punto que Verdier fue herido y fue sustituido
por Lefevbre de nuevo.
Este fracaso, la derrota francesa en la batalla de Bailen y
la llegada de nuevos suministros a los sitiados desmoraliza a los franceses. El
punto final se produce el 8 de agosto, que en una salida de Palafox, los
franceses pierden el barrio del Arrabal y el sitio queda roto.
El 14 de agosto el sitio es finalmente levantado, no sin
antes destruir el monasterio renacentista de Santa Engracia.
El ejército francés dejo más de 4.000 bajas, casi la mitad
de sus efectivos, así como gran parte de su artillería que debieron abandonar.
Por su parte los sitiados sufrieron 2.000 bajas.
Respiro
Durante tres meses la ciudad vivió un respiro, pero no se
engaña, sabía que era solo eso. Napoleón no iba a aceptar tan fácilmente los
reveses en España.
En estos meses se mejoraron las medidas defensivas, así como
las higiénicas (apartado en el que tuvo gran importancia la Madre Rafols), para
evitar enfermedades, como el brote de tifus que se llevo por delante al “Tío
Jorge”.
Igualmente se hizo acopio de suministros y armas, en gran
parte de procedencia inglesa.
Finalmente, en Noviembre de 1809 Napoleón en persona se
presento en España. Entro por Irún y tomo Bilbao, y desde allí partió al sur
camino a Madrid. En Tudela mando a parte de su ejército, al mando del Mariscal
Jean Lannes, contra Zaragoza, con la intención de doblegarla, llegando el 21 de
Diciembre.
El segundo sitio había comenzado.
Segundo sitio
El ejército francés era mucho mayor que el anterior, con
40.000 infantes y 4.000 de caballería, así como 60 piezas de artillería. Por su
parte los sitiados contaban con 30.000 hombres, en gran parte milicianos, 1.400
de fuerza de caballería y 160 piezas de artillería, de potencia inferior a las
francesas.
A pesar de la mala situación de los sitiados, Palafox se
niega a rendirse, replicando: “Después de muerto, hablaremos de ello”.
Los primeros ataques franceses se centraron en los barrios
de extramuros (Torreo, Casablanca, Arrabal), que fueron cayendo uno por uno y
aislando la ciudad.
Los franceses igualmente lanzaron ataques directos, en la
Aljaferia y Santa Engracia, donde fracasaron. Es más, los sitiados llegaron a
devolver los golpes y llegar hasta Juslibol.
Pero las fuerzas francesas eran abrumadoras y el 15 de enero
el sitio fue cerrado completamente.
Durante 14 días la ciudad fue machacada por la artillería,
hasta que el día 28 de Enero se ordeno un asalto general. Los mismos franceses
dejaron constancia de la encarnizada defensa de la ciudad. La lucha era casa
por casa y en muchos casos no se podían tomar, había que destruirla, para ello.
A pesar de la encarnizada lucho, los franceses avanzaron.
Los barrios periféricos como el Carmen o Santa Engracia fueron cayendo,
mientras que los defensores se atrincheraban en los conventos, como si de
fortines se tratara.
Pero además de los franceses, los sitiados se vieron
atacados por el tifus y por la falta de víveres, hasta el punto que el mismo
Palafox cayó enfermo. Sus sustitutos hablaron de la rendición, pero el pueblo
se negó y asalto los arsenales para continuar la lucha.
Pero era en vano. La ciudad y su población había sido
llevada al extremo de sus fuerzas y se había convertido en un mar de ruinas y
de muertos.
El 21 de febrero de 1809, la bandera blanca se alzo en lo
alto de la Torre Nueva. Zaragoza se rendía.
De los 60.000
defensores que había en la ciudad entre militares y civiles, solo sobrevivieron
15.000, frente a las 10.000 bajas francesas.
Fue el tributo de Zaragoza a la guerra de Independencia, que
Benito Pérez Galdós, honro en sus episodios nacionales, dedicándoles un
capitulo y esta hermosa frase:
Zaragoza no se rinde. La reducirán a polvo: de sus históricas casas no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos; su suelo abriráse vomitando llamas; y lanzados al aire los cimientos, caerán las tejas al fondo de los pozos; pero entre los escombros y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde.
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